La vida nunca es una línea recta. Hay días luminosos y otros en los que sentimos que hemos perdido el rumbo. En esos momentos, recordar el arte de volver a empezar cada día es fundamental: saber que siempre podemos abrir un nuevo umbral, sin importar cuántas veces hayamos tropezado.
Volver a empezar no significa borrar lo vivido, sino acogerlo como parte del camino. Cada amanecer nos recuerda que el día anterior terminó y que tenemos la posibilidad de mirar con nuevos ojos. Esa es la verdadera práctica: elegir la presencia en lugar del juicio, la apertura en lugar del miedo.
En el Método Inneris trabajamos con esta idea como un portal simbólico. Un gesto sencillo puede convertirse en tu recordatorio: encender una vela al despertar, escribir una palabra en tu cuaderno o simplemente abrir la ventana y respirar el aire de la mañana.
Son pequeños rituales que marcan la diferencia entre la inercia y la intención.
Practicar el arte de volver a empezar cada día es también un acto de compasión. Te permite reconocerte humana, aceptar tus pausas y a la vez reclamar tu fuerza interior. Es un entrenamiento en suavidad y valentía.
La psicología positiva lo respalda: estudios sobre resiliencia muestran que quienes cultivan rituales de inicio —como escribir gratitud por las mañanas o visualizar sus intenciones— desarrollan mayor bienestar y flexibilidad emocional (fuente externa).
Esa capacidad de empezar de nuevo también está estudiada como “fresh start effect”: aprovechar hitos temporales (un amanecer, un lunes, un cumpleaños) facilita cambiar hábitos y renovar tu narrativa personal. Aquí explican cómo aprovechar ese impulso de reinicio: Leer artículo Fresh Starts: The Psychology Behind New Year Motivation
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Porque siempre hay una oportunidad de volver a ti y empezar de nuevo.
Cada amanecer nos recuerda que siempre existe la posibilidad de recomenzar. No hace falta esperar a un gran cambio para sentirlo: basta con elegir un gesto sencillo y consciente que te devuelva a lo esencial. El arte de volver a empezar cada día está en reconocer la fuerza de esos instantes y habitarlos como pequeños rituales de regreso, suaves y constantes, que sostienen tu camino interior.
Con cariño,
Itzíar
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